He comprado la revista Automóvil. En papel. Sí, de esas que pesan, huelen y no se actualizan solas. Qué delicia: las fotos lucen como cuadros, los artículos tienen párrafos —sí, párrafos largos— y el periodista no tiene que mendigar atención en una story de 15 segundos.
Puede escribir. Explicar. Explayarse. Y uno puede leer sin que salte una notificación, sin que la pantalla te canse los ojos o te venda unas zapatillas mientras lees sobre el par motor de un V8.Automóvil es, además, un mejor espacio para anunciarse. Las marcas se ven bien, respiran. No compiten con memes, ni con vídeos de una niña bailando mientras explica un lanzamiento.
En papel, todo tiene más dignidad. El coche brilla más. El anuncio impacta. El reportaje se comprende. Pero… no se vende casi.¿Por qué? Porque los nuevos lectores no son lectores. La generación Z —tan conectada, tan informada, tan moderna— prefiere el móvil. Solo el móvil. Han nacido con un pulgar en posición de scroll y una paciencia de 3 segundos. No buscan saber: buscan entretenerse.
Lo breve. Lo rápido. Lo que no canse. Lo que no requiera pensar, ni leer más de dos líneas. Y si puede ser con música de fondo, mejor.No necesitan mucha información. Ni profundidad. Con saber si algo es “top” o “cringe” ya tienen bastante. Prefieren lo “visual”, lo que “engancha” en un segundo.
Lo que no pide pensar a cambio. Lo que se adapta a ellos, como si la vida entera tuviera que ser una app con interfaz amable.Las cosas ya no se hacen para durar, sino para impactar. La información no se entiende: se consume. Como papas del Burger.
El periodismo se trocea en stories, los artículos se convierten en carruseles, y la opinión se resume en un “me gusta”.¿Resurgirá el papel? Quizás. Tal vez cuando estos jóvenes crezcan, se cansen de no saber nada o quieran algo que no desaparezca con un clic. Tal vez cuando les apetezca entender, no solo reaccionar. Leer, no solo deslizar. Pero para eso, primero hay que vivir. Equivocarse. Fallar. Madurar.
Mientras tanto, las buenas revistas siguen existiendo. Con sus portadas que no se deslizan, sus textos sin filtros y su dignidad intacta. Como faros en medio del TikTok.
Texto de: Mario Camacho